Que no existen dos árboles iguales, cada uno de ellos expresa a su manera su belleza interior.
Que un día fueron una ínfima semilla y nada hacia suponer, cuan alto elevarían sus ramas, cuan verdes serian sus hojas, cuan dulces sabrían sus frutos, cuan exquisitas serian sus flores.
Que tanto si sus hojas se dibujan pequeñas, sencillas, multicolores o sofisticadas, absolutamente todas desean lo mismo...
El cálido y amoroso abrazo de la luz del sol.
Que no importa si llueve o truena, si sopla Mistral o Tramontana, si suspira la brisa o arrecia temporal...
Todos los días crecen.
Que a cada árbol, este a miles de kilómetros o a centenares de metros de su alma gemela, el respirar del Universo se alía para unirlos.
Y así, desde el amor y la pasión, crear algo mejor que derrame en su ternura, oro y miel sobre la tierra que se elevan.
Que si lo que el árbol muestra es hermoso, mucho más lo que de él no se ve... sus raíces que se hunden en la tierra para nutrirse en la profundidad de su sabiduría.
Que no importa tanto su altura, enormidad, volumen, anchura del tronco o perfume de sus flores y frutos, si no la flexibilidad con la que en su esencia baila con todos los vientos, superándolos sin quebrarse.
Que no cuenta la cantidad de agua con la que se riega, si no la que aprovecha.
Que cada cielo que vive, cada sol que amanece, no le hace más viejo...
Si no más fuerte, más grande, más bello, más sabio.
Que a pesar de poderse mover poco, es una gran virtud detectar la energia que le nutre y esquivar la sombra que le empequeñece y retuerce, eligiendo sin miedos, el cielo qué desea disfrutar y vivir.
Que si un buen día decidiera echar a andar, seria soltando su esencia y perfume, regalando sus hojas y frutos, desprendiendo sus flores y néctares para nutrir la tierra, y ser una y mil veces...
Un Ser Mar-avilloso, tan mar-avilloso como tú, como yo.
Quisiera Ser árbol hermoso y en el potencial que en su semilla posee, crece y se despliega, disfrutar sin frenos ni titubeos, plenamente, intensamente...
de Ser.
Elvia Cor.
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