Las estrellas han dejado su cielo.
No les ha importado lanzarse al vacío.
En la noche oscura, el cielo habitual puede ser un desierto frío.
Las estrellas, acostumbradas a la alegría, tintinean en sus brillos y desean sentirse abrazadas en la transparencia del corazón.
No existe nada que les atraiga tanto, como ser los destellos de una noche clara, en un mar calmo, esmeralda, de esperanza y amor.
No es de extrañar que,
sin medir la distancia del salto ni la velocidad de la caída,
se aventuren a saltar.
Cuando se dan cuenta,
ya flotan plácidas, reverberando su luz,
disfrutando sus propios deseos de libertad.
Y así, en el abrazo del mar cristalino, en la confianza absoluta,
sentir en las profundidades nunca imaginadas...
Un MAR de AMOR.
Elvia Cor.
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