Las algas cubren en sus caricias marinas a una piedra sumergida.
Respiran por ella cuando el agua la cubre.
Le entregan su intenso color embelleciéndola.
Le bailan la danza de los mares en la algarabía de las olas, contagiandole su alegría e ilusión.
La piedra da el soporte y su poderosa energia a esas algas traviesas.
Y en el juegueteo de ese abrazo, ambos crean un hermoso corazón.
Elvia Cor.
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