Los mares toman el color de las piedras preciosas, como si se cristalizaran en la luz que los atraviesa.
Nosotros sabiéndolo o no, hacemos lo mismo.
Según la longitud de onda (cómo y a qué velocidad vibra la energía) vemos un color u otro.
El color es pues, el rastro que indica cómo se está moviendo la energía.
Bañarnos en aguas cristalinas y turquesas, armoniza nuestro patrón energético con esa vibración.
Descubrir con qué color sintonizamos, sabiendo que atraerá más de lo mismo, nos da una información preciosa.
Si no nos sentimos bien, mejor cambiar el color de nuestras aguas, en las que nos sumergimos día a día, pues son los mares de nuestras emociones y sentimientos.
Cuanto más claras, brillantes y cristalinas, tanto más claro, brillante y cristalino será nuestro Ser, como las situaciones y personas afines que atraerán.
Los colores oscuros, opacos, sucios, enturbian, dificultan, frenan...
Mejor no teñir nuestras emociones con su rastro de criticas, desconfianza, impotencia, rabia y miedo...
Al bañarse en eso, todo lo que cubran, alcancen y salpiquen, tomará esa parduzca tonalidad.
Si abres tu mirar a tu paisaje interior, descubres el color de tu mar.
Si no te gusta, siempre lo puedes cambiar.
Piensa... Si vas a nadar en él, y conducir a las personas que quieres y tienes cerca...
Elige un color cristalino, noble y brillante.
Para empezar, unas aguas transparentes y turquesas, no están nada mal...
Y si además te parecen una joya, es porque tú eres el tesoro.
Elvia Cor.
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