El atardecer desplegaba un manto dulce de cálida energía.
De tan poderoso y cautivador, no pude más que detener el coche.
Salí, dejando las puertas de par en par, para no perder ni un segundo y dejarme abrazar por aquella mágica luz.
Mi mirada se fundió con el mismo sol, y su radiante fuerza se coló por ella, hasta abrazar mil alma.
Sentí en ese instante hermosas miradas que aún lejanas, en el centro de su caricia de fuego tibio se encontraban con la mía.
Una intensa emoción vibró en cada fibra de mi ser, tal como si fuera un bello y delicado instrumento, que convierte la energía en melodía.
Y esa música deviene ahora palabras.
No había luna, ni más luces que la del propio sol.
A las horas revisé la foto, pues aún tenía ese color tan intenso acurrucado en mi interior, y descubrí en la alegría, una mágica luz enamorada del sol que se derramaba, abrazándolo con su halo.
Dejarse sorprender por la belleza, estremecerse en la respiración de la vida, cobijarse en el sol que nos ilumina cada día, si... Es pura magia!
Elvia Cor.
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