Una rosa sobre la orilla perfuma la brisa.
La arena bajo la rosa sostiene su esencia que, por liviana que la sienta, nunca podrá olvidarla.
Ella sin proponerselo le alcanzó en la sinceridad de su desnudez, en el palpitar que expande generoso su aroma, que perturba y satura los sentidos.
Solo su perfume la adorna.
Solo el color de la alegría aflora.
Solo la poesía de su cuerpo rendido al borde del mar, sostiene en equilibrio el paisaje.
Solo sus pétalos ondulados dan sentido a las olas de la playa.
Es tal cual!
Ni oculta ni finge.
Ni se aflige ni se apodera, o aprisiona.
Es la belleza misma por rendirse a cualquier juicio, al más mínimo intento de pensarla de otro modo, de imaginarla desde la mirada que teme por protegerse de amar, de amarse, de amarla.
Ella no se moverá un ápice... Es una flor sobre la arena.
Pero su perfume entregado a la brisa, se precipitará por tus poros, habitará tus pulmones, abrazará tus entrañas y...
Tu corazón no podrá latir pleno de vida hasta volverla a respirar, e inundar el alma de la maravilla de su fragancia, que sin duda, sabe a-mar.
Elvia Cor.
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