Si te atreves, mira en el mar de tu corazón.
Al borde de la arena, seguro te encuentras a un niño jugueteando en su interior.
Obsérvalo bien, y te darás cuenta de que no le importa que el sol se nuble, que amenace temporal, o que a la brisa le de por enamorarse del viento.
Esa criatura que habita en tu corazón, continua construyendo ilusionado el castillo de sus sueños con la arena de su inocencia.
Es sin duda un ser hermoso, puro, sin juicios ni prejuicios, que emana alegría, ternura, ganas de disfrutar, de descubrir, de probar y ensayar mil soluciones sin miedo a fracasar.
No teme, pues la materia con la que edifica sus construcciones,
ni le daña ni se quiebra,
ni se pierde o estropea,
ni cuesta salud o dinero,
estrés o angustia,
insomnios o duelos.
Posee únicamente el valor que esa preciosa criatura le da.
Ni más, ni menos.
Y si se deshace o destruye, comenzará con ilusión de nuevo!
Se trata de empezar un juego, una excitante aventura sin riesgos.
Errará sin temor, la mejor manera de aprender.
Y arriesgará valeroso, manifestando el poder de un héroe encantado, mágico, como los que aparecen en sus leyendas y cuentos.
Ese esperanzador ser, habita en tu interior.
Con suerte, si con estas palabras y este hermoso paisaje logro acercarme a ti...
Con suerte, si desde mis buenos deseos alcanzo tu corazón...
Permite abrace a ese niño que llevas dentro.
Déjame que con dulzura lo achuche con calidez entre el sincero latir de mi corazón.
Solo quiero abrigarle en todas sus tristezas y desconsuelos.
Me encantaría librarle de su sensación de abandono, cuando un buen día, sin premeditarlo, le de por crecer...
Y todos esos juegos emocionantes, los crea pérdidas, y riesgos.
Te pido en un ruego hermoso, solo por un instante, me dejes posar mis manos sobre tu corazón, y acompasándolo a la serenidad y amor del mío, calmar todos sus lloros y pataletas,
sosegar sus decepciones y desconsuelos.
Con todo el cariño, consiente que se cobije en mi tierno abrazo, que alberga, gracias a la energía de mares y cielos, la naturaleza del puro amor.
Ahora, a ese precioso niño interior, dale tu estima y tu abrazo.
Y comprende que él, aunque lo hubieras olvidado, es la esencia del mar-avilloso Universo.
Si sigues sus juegos, su alegría e inagotable energía, te conducirá sin titubeos, hacia el merecido sol de tu felicidad.
Yo agradeceré tu sol.
Elvia Cor.
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